Las secuelas de una tos…
De repente, sintió, por primera vez, el aire que produjo la tos del pasajero de atrás sobre su nuca.
La reacción fue inmediata. No se explicó el por qué de su cólera inmediata. Sintió como unos pequeños microbios se escondieron entre su cabello negro. La intolerancia la invadió.
Aguardo…
No paso ni un minuto cuando nuevamente se repitió la escena.
A punto estaba de ponerse de pie y cambiarse de lugar, cuando un hombre de traje negro, camisa azul, corbata y en la mano una carpeta de portada dura color negro, se le adelanto para dirigirse a la bajada del autobús.
En ese momento pensó: “Lo dicho. Un traje de vestir con corbata no asegura la educación de un hombre”.
Una parada después, se encaminó a las puertas de descenso del autobús. Cuando llegó a su destino, la sorpresa la invadió.
El hombre que hace unos minutos la encolerizó estaba en la puerta de su destino.
Se anunció y espero a que saliera la persona con la que se iba a entrevistar. A los dos minutos apareció una mujer mayor, con ojos azules y tez blanca. En la mano sujetaba una hoja. Le indicó que tenía que firmarla y ponerle la fecha.
No había nada para recargarse y garabatear la hoja proporcionada. De la nada, salió aquel hombre del autobús a su auxilio.
Le ofreció la carpeta de portada dura color negro que sujetaba en sus manos.
-Puede recargarse aquí, si quiere.
Agradecida, tomó el bolígrafo y firmó. Entregó la carpeta al hombre, mientras le agradeció. El hombre, ya no tosía.
La reacción fue inmediata. No se explicó el por qué de su cólera inmediata. Sintió como unos pequeños microbios se escondieron entre su cabello negro. La intolerancia la invadió.
Aguardo…
No paso ni un minuto cuando nuevamente se repitió la escena.
A punto estaba de ponerse de pie y cambiarse de lugar, cuando un hombre de traje negro, camisa azul, corbata y en la mano una carpeta de portada dura color negro, se le adelanto para dirigirse a la bajada del autobús.
En ese momento pensó: “Lo dicho. Un traje de vestir con corbata no asegura la educación de un hombre”.
Una parada después, se encaminó a las puertas de descenso del autobús. Cuando llegó a su destino, la sorpresa la invadió.
El hombre que hace unos minutos la encolerizó estaba en la puerta de su destino.
Se anunció y espero a que saliera la persona con la que se iba a entrevistar. A los dos minutos apareció una mujer mayor, con ojos azules y tez blanca. En la mano sujetaba una hoja. Le indicó que tenía que firmarla y ponerle la fecha.
No había nada para recargarse y garabatear la hoja proporcionada. De la nada, salió aquel hombre del autobús a su auxilio.
Le ofreció la carpeta de portada dura color negro que sujetaba en sus manos.
-Puede recargarse aquí, si quiere.
Agradecida, tomó el bolígrafo y firmó. Entregó la carpeta al hombre, mientras le agradeció. El hombre, ya no tosía.
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