Soluciones honestas para el viejo continente

Encontrar una solución definitiva a la crisis de deuda de la zona del euro está costando --recursos monetarios, pobreza y tiempo-- más de lo esperado. Cuando uno habla de una crisis todos quieren tener la razón. Por cuestiones políticas y geopolíticas, las autoridades europeas escogieron desde 2009 los ajustes fiscales a costa del crecimiento.
Esta decisión está siendo rechazada por la población de los países en situación vulnerable, donde han proliferado las protestas exigiendo crecimiento y empleo. Claramente, la inestabilidad social es un riesgo muy real en la zona del euro.
Pero ahí no termina el problema, los países en problemas muestran su resistencia para llevar a cabo los ajustes exigidos y, los Estados en mejor situación, se niegan a poner más dinero sobre la mesa para solucionar el problema.
Pero todos (autoridades) tuvieron su parte de culpa. La banca, por lanzarse a la aventura sin reparar en que la enrevesada madeja de lo que vendían reposaba en garantías de fallido sólo válidas ante oscilaciones normales de las tasas de interés.
Los supervisores, por ignorar los riesgos sistémicos, prefiriendo acogerse a la teoría de la perfección de los mercados financieros en lugar de vigilar. Que se sepa, nadie les ha pedido cuentas de su negligencia.  
La verdadera historia de la crisis en la zona del euro es que las autoridades crearon una moneda única, el euro, sin establecer las instituciones que se necesitaban para hacer frente a los periodos de bonanza y de dificultad.
La economía helena sigue en contracción, la tasa de deuda está aumentando y el país y sus bancos continúan completamente aislados de los mercados de capital. No hay la más mínima señal de que la situación pueda mejorar.
La solución a la crisis no radica en inyectar millardos a las economías en problemas, requiere de reformas o acciones, complejas pero no imposibles.
Grecia representa el caso emblemático de un país insolvente que tarde o temprano deberá abandonar el euro, al menos parcialmente. Así, las consecuencias todavía serían “manejables”, destaca una firma de análisis llamada Signum Research.

Política de terapia       
En Europa, cada vez más voces gritan por la salida de Grecia de la eurozona. La eurozona puede seguir adelante sin Grecia. De acuerdo con Citi, la probabilidad de que Atenas salga del euro se elevó de 30 a 50 por ciento.
“Los políticos del gobierno griego, así como los equipos de rescate nombrados por Berlín, París y Bruselas se han engañado a sí mismos. La economía griega se ha contraído más rápido de lo previsto y el plan de austeridad que Grecia aprobó el verano pasado bajo la presión de sus socios de la zona euro también está fracasando", advierte la revista alemana Der Spiegel.
Y sostiene que “es hora de terminar con la farsa del rescate griego”.
Ya más de dos años de calentar el tema de Grecia ya es mucho tiempo, el estira y afloja de Alemania por no querer perder su poderío en la zona del euro, la cual debería de actuar como una verdadera unidad monetaria y fiscal; es decir, 17 economías como una sola; pareciera el cuento de nunca acabar.
O las autoridades europeas y organismos internacionales siguen inyectando recursos en Grecia por algunos años más, mientras siguen los helenos apretándose el cinturón y los contribuyentes de los otros miembros pagan el rescate; o dejan que Grecia salga paulatinamente del bloque.
La demostración de que el Euro no es perfecto está más que evidenciado. Aprender de los errores, hacer las reformas estructurales que necesitan, generar las leyes y las dependencias que les darán la unidad fiscal, sin descuidar la monetaria.
Trabajar en mejorar su competitividad y su flexibilidad laboral es en lo que deberían (las autoridades) de estar enfocadas y no en buscar soluciones de corto plazo, con políticas de terapia intensiva de darle largas a la resolución definitiva.
El tiempo apremia y lo que les iba a costar revertir en una media década se corre el riesgo de que sea la década completa. Además, la globalización interconecta al mundo y los efectos dominó siguen de pie.
La riqueza, el crecimiento y desarrollo económico mundial anémicos.

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